No pasa un solo día sin escuchar o leer uno o más casos de acoso escolar. ¡Como si fuera un fenómeno nuevo!  ¿Por qué la gente se sorprende tanto? El bullying es tan antiguo como las trenzas de Visitación. Estando yo en mi colegio –un colegio de monjas, femenino solamente- allá por el siglo pasado, compartía clase con un grupo de niñas parias, versión setentera y ochentera de las modernas pringadas. Por fortuna, jamás estuve entre ellas, menos mal, aunque por ser estudiosa el grupo de las fumetas me tachaba de empollona (años después una de ellas me lavó la cabeza en una peluquería de barrio).acoso

Entre las pobres pringadas, antípodas de las populares, se hallaba Visitación. Era una niña flacucha, de cara fea y cetrina, grandes ojeras oscuras y unos dientes grandes y amarillos, de caballo percherón. Lo más destacado en ella eran, sin duda, sus trenzas. Ya en la década de los 80 era un peinado anticuado incluso en niñas pequeñas, máxime si pasabas de los quince. Era, pues, una rareza en medio de un BUP plagado de melenas estilo Ángeles de Charlie.

 

Entre las acosadoras de Visi había una que destacaba especialmente por su crueldad implacable, la líder del grupo fumeta. La tenía frita a la pobre. Le tiraba de las trenzas hasta quitarle las gomas, se las escondía y se regocijaba con saña alborotándole los cuatro pelos que lucía.acoso Se burlaba de ella sin descanso, coreada por una claque de cómplices que aplaudían obedientes su pitorreo sin gracia. Yo era testigo impotente del continuo hostigamiento de aquella infeliz. Pero no podía hacer nada. Me daba miedo aquel grupo. Mejor las trenzas de Visitación a que la emprendieran conmigo. Cobarde integral, lo admito. Pero entonces si alguien se metía contigo y era más fuerte, más chulo, más avisado que tú y encima con seguidores, pocas opciones tenías. acosoY si lo decías en casa, era todavía peor, pues lo único que faltaba eran tus padres plantándose en el colegio a defenderte. Más carnaza para los depredadores escolares. Durante todos los años que estuve en aquel colegio, que fueron muchos, jamás noté que cesara la implacable cacería.

Hoy las trenzas de Visitación están en las redes sociales. Se cuelgan fotos de ellas sin su consentimiento y se hace viral la chacota, servida a golpe de click.

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