ligarUno de mis pasatiempos favoritos es escuchar las conversaciones de mi vecina mientras preparo la comida. No es que yo sea una cotilla redomada. Mi natural ensimismamiento, ese ramalazo Asperger, me hace tender, precisamente, a todo lo contrario. Pero sucede que la ventana de su cocina da justo frente a la mía, separadas por un patio interior. Ella habla tan alto que, a menos que me ponga los auriculares inalámbricos a todo volumen, es imposible no oírla. Oir no es igual que escuchar, es cierto. Son verbos que mucha gente utiliza como sinónimos, sin tener en cuenta la intención. Comencé, hace ya años, oyendo a mi vecina sin yo quererlo, molesta por la imposición acústica de la forma de hablar que estila, a voz en grito. Debo confesar que en poco tiempo pasé de odiar el momento de meterme en la cocina a trajinar a desear fervientemente que mi vecina me regalase una de las muchas conversaciones telefónicas que sostiene con sus amigas.ligar  La loba de mi vecina es una divorciada de mediana edad, bajita, morena, de rasgos agitanados, que vive con su padre (un viejo al que jamás he visto ni oído. Solo sé de su existencia por los berridos de su hija regañándole cuando no quiere comer). De lunes a jueves ejerce de ama de casa, con su bata blanca de boatiné y las zapatillas de borla. Los viernes, sábados y domingos nuestra heroína se pone de tiros largos y sale de cacería. Es una depredadora nata que suelta a un hombre y coge a otro con tanta rapidez y facilidad que tengo problemas para recordar los nombres de cada uno, de lo poco que le duran. Y tengo muy buena memoria. Asisto en primera fila, oculta tras los estores, al relato pormenorizado de sus hazañas gloriosas. ¡Qué astucia, qué intrigas más maquiavélicas! ¡Cómo engatusa a sus víctimas una vez los ha escogido! No hay salvación para el pobre diablo en el cual esta capaz estratega pone sus miras y su eyeliner! ¡Cómo me divierto escuchando el relato de sus conquistas!ligar ligarLos encuentra, los atrapa, los usa, los exprime bien y, al poco, les da el portante. Y caen todos en la trampa, aunque se las den de listos. ¡Cómo admiro a esta mantis religiosa, esta escorpiona letal, esta pérfida viuda negra que los traga de un bocado y los defeca sin hacer la digestión!ligar

ligarAl último lo puso a caldo.  Llegué incluso a sentir miedo, temiendo por el desgraciado, hecha un ovillo debajo del fregadero, sin perder ni una palabra de la furiosa filípica. El cabestro había sido su favorito, el incauto de más larga duración, al que más había adulado, mimado y tenido en Babia hasta la puntilla final. De ser guapo de narices, con un tipo a lo Brad Pitt, inteligente y gracioso, pasó en menos que canta un gallo a engrosar las filas de los adefesios, tipejo fofo, aburrido, perdedor y medio calvo, con menos luces que un túnel y halitosis infernal. No me pierdo estos seriales por todo el oro del mundo. Mi vecina está sembrada. Es fuente de inspiración. Quizás algún día me ofrezca a escribir su biografía, pues nos es justo que el mundo permanezca ajeno a los ardides de este genio de los vacuos amoríos.

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