Prueba que te prueba diferentes sistemas de alimentación, dietas y consejos descabellados e irracionales en aras de una vida saludable, me he librado, por los pelos, de que la Canina, con su terrible guadaña, me visite antes de tiempo. No sé por dónde empezar. Tengo que retrotraerme a la noche de los tiempos de mi tierna mocedad, cuando me dio por pensar que toda carne animal era peor que el Demonio, desterrándola así de mi dieta por completo. Decidí hacerme vegana. Y fui más vegana que nadie. Cuando emprendo algún proyecto me suelo emplear a fondo. Nada que tuviera ojos o fuera a tenerlos transitaba por mi tracto digestivo. Pastaba con alegría como las vacas del campo. ¡Venga fibra, que es muy sana! Me pasaba por el forro la vitamina B12. Varios años erre que erre. Con anemia perniciosa, cuatro pelos en la testa, visión borrosa y mareos, pero más sana que un roble. Abanderé la causa del veganismo más ortodoxo hasta que un día, baldada por el cansancio que me produjo la anemia y no queriendo irme al otro barrio de manera prematura, introduje algunos huevos. Seguía, no obstante, defendiendo mi forraje como Horacio y Clarabella.dietas

Yo no cejaba en mi empeño. Tras algunas incursiones en el frugivorismo que maltrataron aún más mi estómago machacado, descubrí la nutrición ortomolecular, tiempo durante el cual me atiborré de suplementos vitamínicos y eliminé, precisamente, muchos de los alimentos que en etapas anteriores había comido con exclusividad. La mente sele ser caprichosa, especialmente la mía, de ahí que con ardor nunca visto defendí lo que antes atacaba, eliminé muchos de los carbohidratos que otrora comiese a toneladas y reintroduje las proteínas animales. Convencida como estaba de haber hallado ¡por fin! la forma ideal de alimentarme, pregonaba por doquier las bondades de la dieta que, años antes, hubiera demonizado. dietas

Descubrí a Georges Ohsawa y me hice macrobiótica. En esa época creo que estudié más que si me hubiera preparado las oposiciones a Abogada del Estado. Me lancé de cabeza al universo yin y yang con más fiereza que nunca. Me regocijaba desayunando mi sopita de miso y mi crema de arroz integral cocinado en olla exprés con su ciruela umeboshi, al tiempo que daba el coñazo a todo bicho viviente tratando de persuadirlos de que tirasen al cubo de la basura las tostadas de pan con aceite y tomate. Rozaba la caquexia pero me importaba un pito. ¡Con lo sano que comía, todo de cultivo ecológico! ¡Ni un átomo en mi organismo de toxinas perniciosas! ¡Si era puro maná del Cielo!dietas

Finiquitada la aventura macrobiótica me fijé con interés en la vida paleolítica, gozando con el encanto de saberme alimentada como aquellos primeros hombres que pintaron Altamira. Y así os cuento y no acabo. Después de todos esos años mi aparato digestivo dijo “hasta aquí hemos llegado” y le hizo frente a mi cabeza.  dietasDesde entonces, por pura necesidad, como igual que un niño chico. Mi dieta es blanda y astringente. Todo hervido, calentito y en cantidades  pequeñas. Sin picantes y sin fritos. Sin lactosa ni tampoco gluten. Y omeprazol por un tubo.blog0076

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