A lo largo de mi vida he conocido unas cuantas guarralimpias. Este término inventado apunta a ese tipo de mujer de apariencia acicalada y melena incontestable, a la que no falta un detalle en su “outfit” estudiado y realzado por complementos de moda. Suele dejar a su paso una vaharada de perfume caro, de esos que anestesian las narices y las preparan adecuadamente para  una rinoplastia indolora. Algunas de estas mujeres, no todas, son un fraude, ¡cuidado! Aparentan una pulcritud que es una cortina de humo. Son, en realidad, más guarras que la Potota, que se puso un clavel en la cabeza y le agarró.guarra

La mayor guarralimpia que he conocido parecía sacada de una portada de Vogue. A su lado cualquier muchacha era más fea que el Igor de “El jovencito Frankenstein”, esa peli de Mel Brooks. guarraLucía una larga melena oscura y despampanante, con brushing de peluquería. Olía tan bien que cuando estaba a su lado me entraban ganas de darle un mordisco y comprobar si el sabor estaba a la misma altura. Desde el alba hasta el ocaso su maquillaje perfecto permanecía inalterado, con independencia de la actividad realizada. Siempre como una rosa, ya la encontrases en el supermercado o en un combate de sumo.guarra

La verdad sobre esta bella solo era conocida por un escaso grupo de personas: sus compañeras de piso. Era la minoría que sabía. Sabía, por ejemplo, que la muy  puerca apenas usaba la ducha porque era muy friolera. Sabía también que no tenía ninguna toalla: solía coger la primera que pillaba, o sea, las de las demás, para secarse sus partes y quitarse la máscara de pestañas. Nunca lavaba la ropa. Cuando se quitaba las prendas las iba desperdigando por todas las habitaciones, como las migas de Pulgarcito. Un día le daba por ordenarla, de modo que la recogía de los distintos lugares y la iba acumulando bajo su cama, donde acababa fundiéndose con las bolas de pelusa, habitantes primigenios de aquel oscuro escondite.

Yo estaba maravillada. ¡Que tamaña marrana fuese de puertas afuera la viva estampa del aseo!

Hombres guarrolimpios no he conocido ninguno, pero sí muchos limpioguarros, justo el concepto contrario. Es un limpioguarro aquel sujeto con una pinta de guarro que te tira para atrás, pero que, sin embargo, realiza con la regularidad propia del auténtico aseado su ritual lavatorio Este supuesto asqueroso lo es solo en apariencia, pudiendo en muchos casos estar más relimpio que un kit de cáliz, copón y patena sin estrenar. Es justamente lo opuesto a la higiénica “it-girl” con un exterior de infarto que no ha conocido jabón.guarra

Por descontado que el mundo debe albergar hombres que sean muy guarrolimpios, igual que también mujeres super limpioguarras, si bien yo no me los he topado en persona.

Una vez establecido el concepto, así como su contrario, he observado que muchas de las guarralimpias que he conocido se alineaban políticamente en el lado más conservador. En la izquierda menos moderada, sin embargo, me parece que militan el grueso de limpioguarros/as. Pongamos, por ejemplo, al diputado de Podemos Miguel Ardanuy. Fue verlo en una foto y de momento pensar “He aquí a un limpioguarro”: su aparente desaliño oculta numerosos baños con Moussel de Legrain,  insistiendo en las orejas.

Comenta Joaquín Sabina, un donjuán empedernido, que siempre le han gustado mucho las mujeres del PP por lo buenas que están. ¡OJO, SABINA, que tienes que estar al loro! Observa tu cuarto de baño. Si no oyes correr el agua a menudo es porque tu conquista, a pesar de su engalano, hospeda en su cuero cabelludo más piojos que el  pelucón de María Antonieta.guarraguarra

Parecer algo, sin serlo, “parece”, pues, suficiente para bogar por la vida. Por la vida real, no digamos por las redes sociales.

Share This