
Mi álter ego en el reino animal. El mundo se divide en murciélagos y lagartos, ¿a qué grupo perteneces?
Y por asociación de ideas, puesto que playa y sol van indefectiblemente unidos, le toca ahora el turno a mi tanofobia. Detesto el sol y odio la piel bronceada. Las dos únicas personas a las que mi mente da permiso para estar morenas son Farrah Fawcett, sin cuya melena rubia e impecable dentadura el mundo hubiera sido bastante más apagado, y, por supuesto, Julio Iglesias, pues una mano floja, asomando alabastrina de entre la chaqueta azul marino, no solo es repugnante, sino que debe contravenir alguna ley. Además, barrunto que el pobre Julio sufre de lo contrario a lo mío: es tanoréxico.
Así las cosas, ya caigan chuzos de punta, yo no salgo al exterior sin embadurnarme primero de crema protectora con un índice de protección 100.
¿Creéis que con esto se aplaca mi desazón fotofóbica y me quedo más tranquila? Estáis muy, pero que muy equivocados. Si es primavera y, por descontado, verano, me encasqueto una pamela más grande que una ensaimada mallorquina, las gafas de baja visión con filtros que me protegen del deslumbramiento y la irritación ocular (más adelante hablaré de mis padecimientos físicos, ahora estoy con los mentales, vamos por partes). Last but not least, despliego mi parasol de encaje blanco, que es el must janeausteniano que añado como nota romántica a mis outfits estivales. Este accesorio imprescindible me resguarda de los terribles rayos ultravioletas (¿sabíais que el 90% de melanomas se originan en manos y orejas? ¡qué horror! Con eso vas de cabeza al valle de leprosos de Ben-Hur!).
No bajéis la guardia en invierno, que el sol es gran traidor. Está siempre ahí, agazapado, esperando achicharrarte y envejecerte prematuramente.
No debo ser nada virtuosa, puesto que yo el término medio no lo conozco. Así, llevada al límite esta obsesión-miedo-fobia-manía o lo que sea, que me perturba el juicio, luzco más blanca que un folio (no lo suficiente, para mi gusto) y me he acarreado un déficit de vitamina D importante, aunque, como podéis imaginar, me trae sin cuidado. Para eso y para la falta de calcio (de mi osteoporosis prematura hablaré en el apartado de dolencias físicas, como ya comenté más arriba) tomo Mastical D.