viejoLlevaba tiempo sospechándolo, pero hasta ayer no estuve segura. Yo iba en el autobús, camino del centro. Los días que no trabajo por la mañana me gusta ir al mercado. Compro pescado fresco y pollo de corral, la base de mi alimentación. Me llevo el carrito de la compra, pues con mis brazos de Olivia (novia de Popeye) y mi incipiente osteopenia, no puedo acarrear mucho peso. Es un trayecto largo, desde yo vivo, pero a mí se me pasa pronto porque voy pensando y observando por la ventanilla. Me encanta estar así, en silencio, hasta llegar a mi destino. No bien me hube sentado en uno de los asientos libres, cuando un viejo decrépito y tambaleante, que caminaba encorvado apoyándose en un bastón, ocupó el asiento a mi lado. No soporto tener a nadie tan cerca, y menos a un nonagenario quejumbroso, de esos que van musitando letanías plañideras (ya sabéis que detesto todo lo viejo: objetos y seres vivos. Aunque también es verdad que tampoco soporto a los niños que, aunque están nuevos, no paran de hacer ruido y molestar).viejo

Yo me giré hacia la ventanilla, utilizando mi lenguaje corporal para darle a entender que me olvidara, pero ya estaba perdida. Comenzó el jeremías con su lista de dolencias terribles, enfermedades incurables y desoladores arrechuchos. La momia de Tutankamón se encuentra mejor que aquel hombre. Entonces se me ocurrió algo. Cogí cinco euros de mi monedero y los arrojé, disimuladamente, a los pies del carcamal. Justo en el mismo instante en que el billete tocó el suelo se produjo aquel MILAGRO. El viejo, pasando por encima de mi carrito, que le bloqueaba el paso, y tirando su propio bastón con esta maniobra, se lanzó sobre el billete como un atleta olímpico y lo metió en su bolsillo con la rapidez de un trilero profesional. viejo¡YO LO HABÍA CURADO! Aquel casi cadáver, aquel desperdicio humano, había recuperado en un segundo las facultades de un joven de 20 abriles. Desapareció como por ensalmo la degeneración macular, la hipoacusia galopante, las sibilancias agudas, la artrosis en las articulaciones, los temblores del Parkinson y la incontinencia fecal. De un plumazo, todo fuera. Lo dejé de pie,  sonriendo, curado de sus afecciones, porque llegó mi parada. Cinco euros de más asomaban por el bolsillo de su guayabera. En ese momento supe cómo Jesucristo había resucitado a Lázaro de Betania. viejo¡PUSO ENCIMA DE LA MORTAJA UNA SACA DE DENARIOS! Ignoro cuántos, pero supongo que como la resurrección es lo más, tuvieron que ser bastantes. Bueno, más difícil que resucitar a alguien es resucitarlo y volverlo más guapo y joven de lo que era antes (eso requiere más guita), pero no tenemos constancia histórica de que Lázaro, vuelto a la vida, hubiera ganado en belleza y galanura. Jesús no quiso pasarse y seguramente se quedó en la mera resurrección, sin meterse a mejorar. O estaba tieso, y no pudo echarle más monedas sobre el sudario.viejo

Ya sabéis, lectores/as míos/as: no hay mejor bálsamo de Fierabrás que un buen talego. OBRA MILAGROS.

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