¿No os repugnan los tremendos pelusones que surgen como por ensalmo bajo camas y muebles en cuanto dejas de pasar un rato la aspiradora? ¡Cómo los detesto! La sola visión de una de estas malditas pelusas rodantes consigue disparar mi histeria. Como buena maniática del orden y la pulcritud, solo me siento a gusto en un entorno inmaculado, tan impoluto como un hisopo quirúrgico. De entre las variadas formas en las que se encarna la cochambre, las bolas gigantescas de pelusa son mi particular bestia negra. Las busco obsesivamente por toda la casa pertrechada con mis útiles de limpieza, solo para fracasar una y otra vez en mis vanos intentos por erradicarlas del todo. Son la versión inorgánica de las cucarachas, que invaden la Tierra subrepticiamente. El diccionario define la pelusa como: “polvo y suciedad que se van acumulando en los lugares que se limpian con menor frecuencia”. ¡MENTIRA COCHINA! Yo capitaneo un equipo higienizante de élite integrado por la asistenta y todos los miembros de mi familia (a la primera le pago; a estos últimos los obligo por la fuerza) y os aseguro que, a pesar de los esfuerzos, las pelusas, atroces estepicursores de inmundicia, son una plaga con la que es imposible acabar.
No obstante, creo haber encontrado la solución perfecta. Lo que necesito ahora es ponerme en contacto con las personas adecuadas. Quiero instalar en las paredes, suelos y techo de mi vivienda (hay pelusas que han desarrollado la capacidad para quedarse pegadas a las alturas: son las pelusas sherpa) un condensador de flujo. Dado que es imposible acabar con las pelusas de modo definitivo, no me haré más mala sangre. La solución es mandarlas al pasado o al futuro, eso ya queda a voluntad de la persona que pulse los números en el panel. Así, aunque no acabe con ellas, no habrá más preocupaciones. Limpiaré mi presente de pelusas de una manera muy fácil. Las puedo mandar, por ejemplo, al Paleolítico Inferior. No creo que a los australopitecos les importe demasiado.
Tampoco es plan de mandarlas al pleno Renacimiento, ¿verdad? No quiero pensar que le cayeran a Leonardo Da Vinci mientras pinta La Gioconda. No me lo perdonaría jamás: mis asquerosas pelusas del siglo XXI cayendo como un alud de basura sobre el genio italiano. No, mejor mandarlas todas cagando leches a la Prehistoria.
¿Alguien tiene el número de Doc?