Hace años, cuando estaba en el colegio, pregunté a mi profesor de latín y literatura, que en su mocedad había estado en el seminario, si los animales al morir iban al Cielo. Me contestó que no, que los animales no tenían un alma como la nuestra (¿QUÉEEEEEE? Me cortocircuité de inmediato. Yo tenía unos diez años por aquel entonces. Su alma, de inferior categoría, una vez muerto el cuerpo se ANIHILABA, me dijo el docto.

¡Con diez años y no sabes lo que es ANIHILAR!. Debería darte vergüenza, burra, más que burra. Al rincón, castigada.
¡Toma del frasco, Carrasco! ¡Viva el vocabulario adaptado a cada edad!. Jamás he olvidado aquel palabro. Me cayó encima como un cascote y deseé haberme ceñido únicamente al sintagma nominal.
¿Es posible que alguien, en su sano juicio, se trague esta chorrada supina? La Iglesia, con sus sandeces, lleva años negando el Cielo a nuestras mascotas. Pues yo, como dentro del Cielo no estén mi perro y mi gato, huyo cagando leches.
Mirad estas dos fotos: aquí mi perro, allá mi gato.
Solo con mirar a los ojos de estas dos criaturas, caras a mi corazón, yo os digo: “En verdad que los animales (ojo, NO LOS BICHOS MALOS. Y DESDE LUEGO, LOS TIBURONES BLANCOS NADA DE NADA. Al puñetero infierno, directos) no solo tienen un alma de calidad suprema, sino que todas nuestras mascotas, al morir, serán catapultadas de inmediato al Cielo y se sentarán a la derecha del Padre. Mientras cada cual espera la llegada de sus antiguos amos, serán cuidados individualmente a cuerpo de rey por un equipo de ángeles expertos en zoología y veterinaria, capitaneados por el Dr. Félix Rodríguez de la Fuente.
¿Por qué la Iglesia es tan cerril con obviedades como esta? Respuesta: porque dentro hay muchos oligofrénicos. Yo, que soy de natural cartesiano y llevo un signo de interrogación grabado en la frente, estoy, en cambio, completamente segura de este aserto: a Dios, si existe (que espero sea así) le tienen que encantar los animales. ¿Podría Dios ser realmente Dios si no fuera así? Para nada. Uno de los requisitos imprescindibles para llegar a ser Dios, no sé si lo sabéis (lo digo por si a alguien le interesa el puesto) es que te importen de verdad los animales. Yo reúno esta condición sine qua non, pero me faltan otros méritos para aspirar a un cargo tan elevado. Puede que me postule como candidata a querubín.