animalEl hombre, entendido aquí el sustantivo como “humanidad”, es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Yo, sin embargo, voy un paso por delante; soy de naturaleza ganadora.

Imaginadme un día cualquiera yendo con mi bicicleta camino de mi clase de Pilates. Desde mi casa al polideportivo universitario no tardo más de diez minutos. Me conozco el recorrido de memoria, de tanto hacerlo, pues es la zona en la que habitualmente me muevo: trabajo, domicilio y comercios más frecuentados se encuentran todos en ella. Es mi zona, donde más a gusto me siento, la más familiar para mí de toda la ciudad.animal

Día 1: bajo por la acera muy despacio para no molestar a los peatones. Un impacto inesperado en la rueda delantera frena con violencia mi marcha. Vuelo por los aires y caigo al suelo. Una piedra de tamaño considerable ha causado el accidente. Me levanto magullada y me fijo con más atención. La piedra, mimetizada con el suelo, tapa el enorme boquete de una arqueta rota en medio de la acera. Ningún aviso que alerte a los incautos del peligro. Camuflaje perfecto, trampa ideal. Imagino que la piedra es el mal menor. Mucho peor hubiera sido colar un pie o una rueda en dentro del cráter urbano.animal

Día 2: bajo alegre y confiada rodando en mi bicicleta, rumbo al polideportivo. Yo voy pensando en mis cosas, como es lo habitual. A pesar de que sigo dolorida por el golpe del día anterior, de la piedra ni me acuerdo. ¡Zas!, al suelo otra vez. Dos veces en la misma piedra. Parece cosa de risa, pero me da qué pensar. Despotrico airada, insulto, clamo al Cielo, masajeo mis lumbares, trato de mover la piedra, le hago fotos, me subo encima, taconeo, la pinto con un boli rojo, le escupo, la unto con caca de perro, le arreo con el candado antirrobo con intención de partirla, la cubro por completo con una bolsa de Mercadona que ha contenido sardinas, grito,  toso y, finalmente, me marcho.animal

animalDía 3: pedaleo en mi bici camino del polideportivo. Es el camino de siempre, no varío. Soy animal de costumbres. Soy animal, desde luego. ¡CATAPUMBA! Mi vieja amiga, la piedra. Sigue ahí, imperturbable. Perdonadas las vejaciones del día anterior ha querido, de nuevo, hacerme tropezar. Me tiene especial cariño. Ha sido amor a primera vista, no la mía, claro. La suya. La piedra ve mejor que yo. Su pétrea visión ha ido más allá, localizándome, atrayéndome como la sirena al marinero. Tres veces en la misma piedra. ¡No me lo puedo creer! Acabo de batir un récord: he logrado superar, sin realizar esfuerzo alguno, a toda la humanidad. Yo soy el único animal que tropieza hasta tres veces en la misma maldita piedra.

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